En posts anteriores, habíamos visto como las bases de datos relacionales supusieron la solución para el problema de redundancia que surgía cuando usábamos los ficheros planos para almacenar los datos. No obstante, las bases de datos relacionales presentaban otros problemas, y no tardaron en surgir otras alternativas de bases de datos que organizaban los datos de forma diferente, y que son conocidas en su conjunto como bases de datos NO relacionales. En este tema, recorreremos estas bases de datos, describiendo brevemente los distintos tipos y explicando como estructuran los datos para su almacenamiento.
La rigidez de las bases de datos relacionales
Al abandonar los ficheros planos y empezar a usar las bases de datos relacionales, solucionamos el problema de redundancia. Ya no teníamos que repetir datos en varias filas y además reducíamos sensiblemente el número de errores en la introducción de los datos, lo que obviamente redundaba en una notable mejora de la calidad de los mismos.
Sin embargo, la manera de estructurar los datos que proponen las bases de datos relacionales es muy rígida, obliga a emplear estructuras muy estrictas en las que manejamos un número fijo de campos que además tienen que almacenar datos de un determinado tipo. Esto hizo que empezaran a plantearse opciones más flexibles.
La primera demanda de una mayor flexibilidad a la hora de guardar los datos, vino con el auge de la programación orientada a objetos. En este tipo de programación, los programadores emplean Clases, una estructura de datos que representaban objetos reales y su comportamiento. Sin embargo, cuando queríamos guardar los datos al acabar de trabajar con el programa, había que traducir la estructura de datos de los objetos, a la de la base de datos relacional en la que fuéramos a guardarlos. Esta complicación es conocida con el nombre de problema de impedancia.
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